Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (1936-1945), no se había visto un cambio en el Mundo como el que actualmente estamos atravesando, en el que Estados Unidos pierde la hegemonía mundial con una longeva democracia, mientras que China con un régimen comunista pasa a ser ya para algunos expertos la primera superpotencia del planeta. Lógicamente, esto no ha ocurrido de un día para otro ni tampoco en cuestión de un par de años, pero sí hay que destacar, que para China las dos últimas décadas han sido cruciales, porque no han dudado en aprovechar las crisis para expandirse aún más, incluido la de la pandemia, comprando incluso parte de la gran deuda que tiene la Unión Europea con lo que ello supone.
No obstante, el crecimiento de China tampoco se entendería sin el régimen que allí impera, en el cual los derechos y libertades de los chinos no se respetan y por lo tanto se explota de manera descarada a los trabajadores con sueldos miserables, algo que ya se está importando a Occidente y no es casualidad, porque la mano de obra barata permite obtener grandes avances sin demasiados costes.
Sin embargo, el papel de China a nivel internacional va más allá, porque no se ha limitado únicamente a lo estrictamente económico como ya he dejado entrever en el párrafo anterior, ya que en la realidad se han invertido paralelamente grandes sumas de dinero en distintos proyectos en países de todos los continentes, en los que también han colocado a miembros afines del Partido Comunista en posiciones de poder de diferentes empresas, organismos e instituciones internacionales, llegando a influir en partidos políticos de otras naciones y en ello los servicios de inteligencia chinos han jugado bien las cartas.
El objetivo no es otro que imponer un nuevo orden mundial con élites que lo vayan aprobando sin poner palos en las ruedas y un ejército chino armado hasta los dientes para la guerra por si algo sale mal, pero lo cierto es que si nadie para los pies a China, se convertirá indiscutiblemente en la primera potencial mundial dentro de nada y con los países satélite que le obedezcan.
Y que China sea la primera potencia del Mundo no es una buena noticia para las democracias, más bien todo al contrario, porque la victoria de este nuevo orden internacional supone menos libertad, menos derechos, menos igualdad, más censura y más dictaduras. Así que el futuro señores y señoras es muy negro, pero aún se puede cambiar y de la soberanía de los pueblos depende.